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La sociedad y el debate presidencial: El espejo en el que nadie se quiere ver reflejado

12 Oct

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La semana pasada fuimos testigos de un hecho increíblemente inédito e histórico en la República Argentina. Cinco de los seis candidatos presidenciales se “sentaron” a debatir y el evento fue transmitido por televisión a todo el país. Hasta aquí no hay nada para criticar, pues es muy sano que todos los políticos – sin importar sus banderas e ideas- puedan confluir en un mismo lugar y debatir sus propuestas frente a gran parte de la población que los elige cada dos y cuatro años. Si esto fuese todo, no habría mucho más para escribir, pero lo cierto es que este evento titulado “Argentina Debate” (promocionado hasta el hartazgo por radio, televisión y redes sociales) y llevado a cabo en la hermosa y gigante Aula Magna de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, no fue más que una reunión edulcorada en la que hubo muy poca discusión real, excesiva cordialidad – sobre todo entre los que armaron tándems, como Mauricio Macri y Sergio Massa- y una exposición bastante aburrida de las dos o tres propuestas que cada partido para en teoría solucionar y/o enfrentar los problemas de los tiempos que corren ¿Hubo algo más en esta noche de “debate”? No desesperen, porque tampoco faltaron los moderadores de bajo nivel y con ansias absurdas de protagonismo – ¿Que más se podía esperar, si fueron Novaresio, Bonelli y Barili quienes bastonearon el evento?- y un público variado que aplaudió todas las veces que el famoso hombre de los carteles lo pidió.

El formato fue el que solemos ver hace muchos años en la política norteamericana, con atriles, varios ejes concretos y tiempo para exponer las propuestas. Claro que también se permitió una interacción entre los participantes, pudiéndose preguntar cosas durante el debate. Este es sin dudas el punto más interesante, pues es donde todos tienen la posibilidad de incomodar al contrincante haciendo hincapié en las cuestiones negativas tanto de su gestión – si es que la hubo- o de su plataforma partidaria. Más allá de que es molesta la constante necesidad de imitar modelos foráneos para casi todo lo que se hace en materia de medios – y de venderlo como una genialidad propia-, lo cierto es que la discusión, la confrontación sana, brilló por su ausencia. Primó este clima de época absurdo en el que según un grupo ilustrado de opinólogos anti-kirchneristas, no está bien discutir con pasión sino que hay que buscar para que nos gobierne una tecnocrácia tan vacía como los números de una calculadora. Idea que por lo demás es hipócrita, ya que la traducción es: “Que se vayan los que están, que vengan los de derecha que a mi me gustan”. Se expusieron con cierta prolijidad las propuestas, se fue un poco más allá de las frases que habitualmente lanzan en sus actos partidarios y ante los medios de comunicación, pero no demasiado como para entusiasmarse. Como bien escribieron en la primera página de la edición de La Nación del día posterior: “Debate: las propuestas le ganaron a la disputa”. Algo que evidentemente no desagrada a los dueños y periodistas de ese diario, pero ese es otro tema. Nunca tan acertado un titular de La Nación en estos 12 años de gobiernos kirchneristas y oposiciones completamente inútiles y/o cómplices.

Tal vez para muchos la imagen más fuerte del “Argentina Debate” haya sido el atril vacío reservado para el gran ausente, Daniel Scioli – con la reminiscencia a la silla vacía de Menem y Angeloz o al bizarro discurso de Clint Eastwood en la Convención Republicana de 2012-, pero para quien les escribe lo peor fue que todos, con la excepción de Nicolás Del Caño del Frente de Izquierda, se dedicaron a repetir los lugares comunes de siempre y a fingir un debate que nunca llegó a concretarse. Bueno, digamos que en ningún momento estuvo siquiera cerca de un grado negativo siquiera en lo que refiere a la temperatura. Tal vez hayan tenido que ver las muchas, demasiadas, imposiciones de los participantes a los organizadores del debate. Unas que licuaron su esencia y convirtieron al Aula Magna en un lugar muy cómodo y amigable para los 5 protagonistas. Es decir, todo lo contrario a lo que debería ser y si no me creen tómense el tiempo de mirar cualquier debate reciente entre pre-candidatos y candidatos en Estados Unidos, donde se puede ver todo menos amabilidad y simpatías entre quienes deben ganar los votos de los que están observando en vivo del otro lado del televisor. “Argentina Debate” fue un tedio, un bodrio liso y llano, seguido por millones de televidentes (picos de diez puntos contra dos rivales de peso como Independiente-River y PPT de Jorge Lanata) con mucho entusiasmo a pesar de todo y que podría tener una réplica – cuando no- en el canal de noticias TN dentro de algunos días.

Y esto nos lleva al próximo punto, que es el ninguneo de Daniel Scioli al debate. Una actitud que pareció razonable en los momentos posteriores al meeting para defender su ausencia, pero que continuó durante toda la semana. Macri y Massa, que no confrontaron salvo en un pequeño tramo y que se tiraron centros cada vez que pudieron, tuvieron la viveza de criticarlo duramente antes, durante y después del evento por haber pegado el faltazo (inolvidable minuto de silencio de Massa en repudio, de lo más cómico en esta década). De por sí, el que los organizadores hayan dejado el atril vacío a sabiendas mucho tiempo antes de que el candidato por el Frente Para La Victoria no asistiría, fue un mensaje político muy claro en un ámbito que – como siempre, como Macri, como Massa- se disfrazo de apolítico para la ocasión. Pero retomando el hilo, fue sorpresivo que Scioli haya atacado con tanta fiereza a esta jornada de composición y exposición de tema. Ese mismo día organizó un festival pedorro de música con Insaurralde y su mujer en el Luna Park y luego se fue a esa quinta bizarra llamada La Ñata para ver la transmisión en directo. Se filtraron las bromas que hicieron con sus invitados, siendo el comentario más gráfico el “debaten por el segundo puesto” que el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires lanzó jocoso ante la risa aduladora de todos los presentes. Sabemos que Scioli ha dejado atrás esa máscara de hombre de consenso – que nunca fue más que eso: una cobertura para ganar votos- desde que supo que estaba a poco de obtener la bendición de Cristina para su candidatura presidencial. Pero tampoco le queda demasiado cómodo el traje de ultra-kirchnerista, uno muy forzado en él ya que no es más que un clásico Barón del Conurbano Bonaerense. Un dirigente más del Partido Justicialista que está de acuerdo con esa expresión del Papa acerca de “los zurdos” y que la utiliza como lema de vida. Alcanza con recordar sus propuestas en todos estos años, como por ejemplo no debatir el aborto, bajar la edad de imputabilidad, inundar las calles de la provincia con policías – sin descabezar ni limpiar a la nefasta Policía Bonaerense, el origen de todos los males-, ir contra el narcotráfico con el Ejército y Gendarmería al estilo Felipe Calderón o su versión criolla el “Sargento” Massa y demás cuestiones que lo alejan mucho del kirchnerismo “duro”. Hoy por hoy, en La Cámpora hay una aceptación a regañadientes y una división interna (De Pedro-Larroque) creada por la decisión de CFK de bajar a Florencio Randazzo de la pelea, pero ni la misma Presidenta está dispuesta a darle poder real a quien considera una amenaza para su proyecto de regreso en 2019. Las críticas por ahora son todas por lo bajo debido al razonable número a nivel nacional – no en la PBA, que fue un desastre a expensas de Aníbal Fernández- que el motonauta alcanzó en las PASO y consolidó en los meses posteriores. Pero ni el kirchnerismo está cómodo con él ni viceversa; nunca lo estuvieron ni lo van a estar, por ello hay que remarcar la importancia en el tablero de Carlos Zaninni como Vice-Presidente en desmedro del Gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, el elegido inicialmente por Scioli para acompañarlo en la boleta.

Pero nada de esto importa demasiado, ya que el caudal de votos de Scioli, Macri, Massa, Stolbizer y Del Caño – dejemos afuera, por favor al nefasto Rodríguez Sáa- no ha cambiado en esta semana ni tampoco lo va a hacer drásticamente en lo que resta de la carrera hacia Octubre. Los candidatos del Cambiemos y del UNA desafiaron a Scioli a un nuevo debate previo a la elección o a otro “antes de la segunda vuelta”, logrando que los ataques del kirchnerismo contra esta modalidad desconocida para ellos se intensifiquen. Más allá de que varias cuestiones no estuvieron bien planificadas en “Argentina Debate”, fue un grosero error de parte de Aníbal Fernández llamarlo “un show mediático” o “una paparruchada”. Lo mismo aplica para los que también desde el Frente Para La Victoria, apenas unas horas después de terminado el debate, dictaron como si fuesen reyes del país que “Ya terminó el tema, no es algo que le interese a LAGENTE” y que no se puede “poner a debatir al primero con uno como Del Caño que sacó el 1,5% de los votos”. Julio Argentino Roca, Alberdi y todos los elitistas conservadores que supo tener el país, felices desde donde estén con esta frase del muy inculto y medio pelo Senador provincial Alberto de Fazio.

Por su parte, Scioli repitió el latiguillo clásico de su jefa y de su difunto jefe: “el debate nuestro es con LAGENTE (frase menemista como pocas)”, pero lo único que hizo fue incitar a una respuesta que no deja muy bien parado a su partido. El Frente Para La Victoria viene martillando hace 12 años con la idea de que ellos hablan cara a cara con el pueblo, sin intermediarios mediático-corporativos con intereses contrapuestos al bienestar popular, ese que ellos resguardan con mucho amor y sacrificio. Dejemos a un costado la eterna discusión entre sordos respecto de las conferencias de prensa y dirijamos la atención hacia lo concreto: en los discursos partidarios, cadenas nacionales (casi lo mismo en este caso) y demás actos del gobierno nacional y sus repetidoras en los municipios y provincias de todo el país, lo único que hay es un monólogo. Cuando alguien habla frente a un auditorio – tampoco nos metamos en si el público es espontáneo o un grupo de personas a sueldo- y este solo escucha, estamos ante un solo canal de comunicación con una sola dirección. Emisor-Receptor, esquema básico para cualquier tipo de contacto con otro ser humano. No hay una respuesta de LAGENTE, sino una reacción positiva o negativa ante las palabras de, por ejemplo, Cristina Kirchner. La única verdad es la realidad: tuvimos en el máximo poder político por 12 años consecutivos a un partido político que cree que un monólogo es un diálogo, porque después de su palabra no hay más que decir. Y que conste que su estadía en el poder vino acompañada del beneplácito de más del 50% de nuestra tan contradictoria y complicada sociedad.

Tal vez para Massa y Macri el debate no haya tenido relevancia en lo que refiere a los votos, pero para Scioli era una oportunidad – relativa, pero chance al fin- de conseguir el apoyo de algunos de los famosos “independientes”, que en su mayoría siguieron la transmisión de “Argentina Debate”. Cuando su porcentaje a dos semanas y monedas de la elección oscila entre un 38% y un 40% – todo dependiendo del cristal encuestador por el que se mire- es muy importante conseguir esa mínima diferencia sobre el segundo que lo coloque ante la posibilidad real de evitar un Ballotage. Tal vez dentro de poco tiempo lamente por un largo rato el haber dejado pasar este tren, el haber confiado en esa idea falsa de que el PJ es la mayoría nacional y que su imagen está blindada (en limpio: ya no se puede hacer la victima de CFK, pues es claro que es su principal socio). En tiempos donde la política en sí misma es un show televisivo, con candidatos sin ideología ni escrúpulos, incapaces de ir más allá de la frase hecha o las dos o tres cosas que les guionaron – piensen que Scioli no puede hilvanar dos ideas seguidas-, podría haber salido bien parado demostrando que más allá de la negativa de CFK, él fue a exponerse sin miedos ni tapujos.

Pero esto requeriría que el bonaerense tenga dos cosas de las que siempre careció: cintura política y capacidad de leer a la sociedad. Hace bastante tiempo que se nota que el momento le ha llegado tarde, que tiene un discurso muy viejo, preparado (y hasta ahí nomás) para el año 2003 y no el 2015. Atrasa en todos sus conceptos, es en exceso conservador y no ofrece ningún tipo de salida y/o garantía ante los problemas que aquejan a quienes traccionan la calle a diario. No nos vayamos ya a lo macro, a la gran pintura económica, porque será desperdiciar caracteres en un tema sobre el que hay material de sobra hasta debajo de la cama. Lo que si se puede hacer es contar como termina todo: no hay luz al final del túnel, no hay soluciones mágicas que puedan resumirse en un spot de un minuto y medio. Como se puede apreciar, es imposible esperar demasiado de una persona que envía a Estados Unidos a un aliado con una directiva y un discurso determinados y que luego, cuando el gobierno sale a criticarlo con la fuerza de un tsunami, no tiene siquiera el decoro ni la hombría de ponerse a su lado y apoyarlo.

Ese “señor” llamado Daniel Scioli, ese mamarracho caminante, está a un paso de ser Presidente de la Nación más allá de que haya muchas personas empecinadas en negarlo. El cobarde que no puede plantarse y defender lo que piensa; el que está convencido de que un diálogo solo incluye a una persona hablando y a otra/s escuchando y asintiendo; el que no puede transmitir nada cada vez que ensaya discursos tratando de imitar el estilo de Cristina Kirchner; el que cuando una inundación azotó a una La Plata con muy pocas obras y mucho dinero sucio en el bolsillo de los funcionarios gubernamentales se puso a jugar al fútbol y escondió decenas de fallecidos; el que fingió por 12 años ser la víctima de sus jefes políticos siendo su principal aliado; el que se va de viaje de placer – y con todos los lujos, pavoneándose por la nave central de Ezeiza- en medio de una catástrofe generada por la carencia de obras en la provincia que gobierna y se enoja con los medios y argentinos porque se informó que huyó como rata por tirante; el que tiene una quinta gigante y de lujo (convertida en un mar de grasa, empezando por las estatuas y siguiendo por su presencia) construida con el dinero que le robó al pueblo; el que trabajó codo a codo con la Policía Bonaerense para sostener la criminalidad, la impunidad y el tráfico de drogas; ese tan criticado por el kirchnerismo y ahora tan elogiado por gran parte de este…Y tantas otras cosas más que, a contramano de todo lo que se podría imaginar, le han asegurado un caudal sorprendente de votos. Uno que va más allá de esa base del aproximadamente 15% que trae el PJ como viento de cola propio sin importar el postulante.

Al parecer, los argentinos somos bastante más peronistas y kirchneristas de lo que nos gustaría admitir. Cada uno sabrá a quien vota y porqué lo hace, sin importar que cada político y su séquito de operadores y fanáticos traten vendernos espejitos de colores y pociones misteriosas. Antes de hablar, antes de cuestionar el voto de quien está enfrente o al lado, tendríamos que comenzar por casa. Un espejo por acá.