Archive | December, 2017

La gran olla nacional de la hipocresía

31 Dec

 

Jorge Sampaoli es un personaje público hace muchos años, con seguidores y detractores por igual debido a su trabajo. Además de ser un gran entrenador, siempre ha generado polémica entre muchos sectores de la población argentina debido a sus simpatías políticas y gustos musicales. Muchas personas debido a esto – a ser kirchnerista declarado, fanático de Callejeros y amigo de Patricio Fontanet– le han hecho la cruz desde sus años de éxito en la Universidad de Chile, intensificando ese odio hacia su persona cuando al comando del seleccionado chileno de fútbol nos ganó la Copa América 2015 en una angustiante final que se terminaría definiendo por penales en favor de La Roja.

Su posterior salida del cuadro nacional trasandino, envuelto en un escándalo de grandes magnitudes debido a filtraciones con muy mala intención de algunas cifras, llevó a que muchos de quienes lo idolatraban debido a su excelente labor tanto en las Eliminatorias como en el Mundial de Brasil 2014 y la mencionada primera conquista de América, lo terminasen insultando sin tener tampoco demasiada de por qué el argentino estaba dejando un lugar que siempre sintió y sentirá como una segunda casa.

El desembarco el año pasado en el Sevilla Fútbol Club de España no hizo más que ahondar la grieta entre quienes lo apoyan y quienes le tienen un odio sideral. Si bien su labor fue excelente, dejando al equipo clasificado de forma directa a la Champions League 2017/18, habiendo sido puntero por encima del Real Madrid, Barcelona y Atlético Madrid durante una ronda completa y haciendo jugar a los andaluces como nunca en su historia 8 – ni hablar del hecho de haber pasado a Octavos de Final de la Champions League después de años de eliminaciones en primera ronda-, sus leves coqueteos con una Selección Argentina que se encontraba en pleno estallido del paupérrimo ciclo de Edgardo Bauza (el mismo Sampaoli había sido la primera opción pero por compromiso con el Sevilla no aceptó) y su salida inmediata al finalizar la temporada hicieron que, de una manera inexplicable, se convierta en persona no grata para la mayoría de la afición que puebla el Ramón Sánchez-Pizjuán cada fin de semana.

El desembarco en la Selección Argentina significó para Jorge Sampaoli cumplir su máximo sueño. Ni hablar del hecho de poder dirigir a Lionel Messi y a una generación de jugadores que siempre admiró muchísimo y con los que anhelaba tener la oportunidad de disputar una copa del mundo. Para su alegría y la de todos los que amamos el fútbol, lo hará durante el Mundial de Rusia 2018, aunque el camino para llegar hasta esa posición de privilegio no estuvo exento de complicaciones y obstáculos tanto dentro como fuera del campo de juego.

Las críticas que recibió y recibirá por su estilo de juego audaz, frontal, ofensivo y vistoso nunca serán un problema, ya que está acostumbrado a trabajar de esta manera desde los inicios de su carrera. Y con respecto a eso hay que tener mucho cuidado, ya que el casildense tiene la sana costumbre de cerrar todas las bocas de un tirón, pues siempre logra con plena convicción instalar su idea de juego dentro de un plantel y hacerlo evolucionar de una manera notable en la táctico y lo técnico tanto individual como colectivamente.

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Pero lo que nos compete esta vez no es el hecho de que existan personas a las que no les guste que la Argentina juegue con línea de tres defensores, que plante a sus centrales en campo rival, que busque hacerse ancha con dos carrileros definidos, que intente asociar a Messi y a Di María por el centro del campo ni que tenga dilemas a la hora de definir, pues situaciones de gol crea a montones pero hasta el momento solamente Sergio Agüero ha mostrado un nivel altísimo jugando como centrodelantero a las órdenes del nacido en Casilda y otras cuestiones relacionadas con lo futbolístico. Nada de esto es lo relevante en estos momentos, ya que ha comenzado un pedido con orígen más que nada mediático y político para que Sampaoli renuncie como entrenador del seleccionado argentino a menos de seis meses de la cita mundialista.

¿Que llevó a esta especie burda de clamor (im)popular? En la madrugada del pasado domingo, Jorge Sampaoli se encontraba en su Casilda natal regresando al hotel donde se hospedaba luego de la fiesta de casamiento de su hija. El vehículo fue detenido por agentes de tránsito que al ver que había más de cinco personas adentro, le pidieron a tres que desciendan y se dirijan a pie o en otro auto al hotel. Esto despertó la ira de Sampaoli, que salió a toda velocidad y le gritó a uno de los policías: “Me hacés caminar dos cuadras, boludo. Cobrás cien pesos por mes, gil”, mientras era llevado por dos amigos con el objetivo de tranquilizarlo.

Este video fue filmado por personas que estaban en la fila para el control – hay que hablar en otro momento de la vocación hipócrita de vigilantes de la moral que poseemos como argentinos– y que fueron testigos privilegiados de un exabrupto condenable e inaceptable de Jorge Sampaoli. Antes de continuar, cabe aclarar que el entrenador de la Argentina parecía estar bajo efectos del alcohol, pero que no se encontraba al volante del auto, por lo que el control de alcoholemia no le correspondía a él sino a la mujer que manejaba. Al instante se conoció que el test dio negativo, por lo cual no existe ningún problema legal más allá del breve exabrupto verbal protagonizado por el entrenador argentino.

Al día siguiente, Jorge Sampaoli se disculpó mediante un comunicado que se publicó en la web oficial de la Asociación Argentina de Fútbol. En él se mostró dolido y autocrítico, sin dar ninguna excusa y condenando su comportamiento sin excepción alguna. También llamó al Secretario de Seguridad de Casilda, elogió la tarea que están realizando en el municipio y le ofreció sus sinceras disculpas, quedando el incidente atrás. Pero el debate ya estaba instalado y muchas personas al día de hoy siguen cuestionando la honestidad de las palabras del entrenador, algo que siempre va a depender del color político con el que esa persona esté pintada.

A la oleada de reclamos vía redes sociales se sumaron varios políticos que ocupan bancas en el Congreso de la Nación, un sinfín de periodistas con un admitido tinte anti-kirchnerista y muchos personajes (la mayoría de ellos de cuarta, para decirlo en criollo) que pueblan un muy empobrecido universo televisivo y radial mainstream y que – de manera causal, porque la casualidad es otra cosa- son siempre muy benévolos en sus opiniones con el actual gobierno de nuestro país.

Una enorme cantidad de papel y de minutos de aire fueron gastados en disparar contra un hombre arrepentido por un hecho sinceramente menor que tuvo una aclaración al instante. Porque eso no es suficiente para ellos, para los que quieren la renuncia de uno de los mejores entrenadores del mundo a su cargo en el seleccionado argentino solamente – repetimos- por sus simpatías políticas, gustos y amistades musicales, los tatuajes en sus brazos y las causas que ha decidido apoyar.

Un buen número de muy cuestionables personajes ha cometido errores mucho más nefastos y condenables que Sampaoli en este largo año, esto es algo muy fácil de comprobar. Pero su pertenencia política y sus contactos, les han permitido salvarse del fusilamiento mediático que en estos momentos es el equivalente de la vieja y querida condena social.

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No se trata de defender ciegamente a Jorge Sampaoli (es claro que se equivocó), sino de remarcar la hipocresía, el doble discurso que reina en nuestra sociedad. Uno que busca destruir a quien no piensa como uno y que enaltece al que ejecuta ese pensamiento, sin medir las consecuencias y hasta llegando a rozar la desubicación total. El casildense tendrá que ser juzgado por su labor al comando de la Argentina, un viaje que empezó hace pocos meses y que de momento logró su primer objetivo que era clasificar al Mundial de Rusia 2018.

Que con argumentos realmente vergonzosos se busque operar en su contra a tan pocos meses del inicio de la máxima competencia del fútbol, también habla del nulo conocimiento que poseen sus críticos respecto de todo lo que esté relacionado con el deporte más popular en el globo. Su relación con el plantel es excelente y con Lionel Messi – desde la salida de Pekerman que se pide a gritos en esos mismos medios críticos un técnico a la altura de La Pulga y ahora que lo tienen…– hay un ida y vuelta sensacional, además de un respeto mutuo que nunca se vio entre el astro y un entrenador desde su debut en la selección mayor en el año 2005 reemplazando a Lisandro López en un amistoso frente a Hungría. Messi considera a Sampaoli un entrenador de elite y digno del puesto que ocupa, opinión que no tenía de sus antecesores (tal vez Sabella fue el único que pudo cambiar un poco su parecer tras el mundial pasado), de quien desea aprender sus conceptos y estrategias, algo que es clave para entender el muy buen momento suyo cada vez que se pone la celeste y blanca.

Los legisladores oficialistas y sus respectivos satélites mediáticos que gastaron su valioso tiempo en atacar a Sampaoli, deberían volver a su verdadera labor y dejar de estafar a los argentinos que pagan su jugoso salario día a día. Es imperante que de una buena vez finalicen con este ataque de moralina y con su intento de colocarse en un lugar de cierta estatura moral que no poseen, porque el país los necesita para cuestiones mucho más urgentes de público conocimiento como las reformas que se han aprobado y las que están por pasarse en los próximos meses. Lamentablemente, el país no tiene en ellos (ni en mayoría de sus colegas opositores, hay que resaltar esto) profesionales probos y a la altura de las circunstancias, sino mercenarios que siempre corren detrás del poder de turno y que aprovechan toda oportunidad para mostrar su verdadero y único rostro.

Se dijo que Sampaoli con su actitud desencajada e irrespetuosa era el “reflejo de una sociedad” cuando en realidad, todo lo que generó el incidente fue en realidad el verdadero reflejo de lo que somos. Una gran olla a punto de hervor, llena hasta el tope de hipocresía, fanatismo ciego y oportunismo que es incapaz de admitir sus propias falencias y que lejos está de poder salir del pozo.