Archive | January, 2014

Progresismo, el octavo pasajero

16 Jan

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Tome conocimiento de la existencia de Gustavo Noriega hace varios años por la revista de cine que él fundó. El Amante Cine fue (y sigue siendo, aunque ahora en edición digital solamente) una bisagra en el mundo de la cinefilia nacional. Refrescó una escena que comenzaba a oler a podrido y planteó nuevos debates respecto al rol del crítico en el cine. En el medio de todo esto, nos dio el gusto de explicarnos – en base a su experiencia allí dentro- como fue la intervención que destruyó por completo al INDEC en su libro “INDEK: Historia íntima de una estafa/destrucción” el cual recomiendo fervorosamente. A Guillermo Raffo lo conocí (no personalmente, claro) por su excelente blog Los Trabajos Prácticos (http://www.bonk.com.ar/tp/#) que – y en una curiosa analogía con la revista creada por su amigo Noriega-  con su aparición en 2005 cambió el mundillo de los blogs gracias a su estilo refrescante y sus plumas talentosas (es mi opinión que lo mejor de la generación se encuentra dando vueltas por allí, así que no duden ni un segundo en pasarse a leer). Cuando comenzó a escribir todos los domingos en el diario Perfil, automáticamente me hice adicto a sus columnas que sin duda alguna son de lo mejor que tiene ese medio. Allí conocí varios conceptos sumamente interesantes y claves para entender lo que sucede hace tiempo ya en nuestra sociedad como el de la BULLSHIT, palabra que – como ya habrán notado- da nombre a mi blog. Cuando me enteré que Raffo y Noriega habían escrito un libro acerca del progresismo, corrí a la librería a buscarlo para terminar leyéndolo en menos de dos días. “Progresismo, el octavo pasajero” es uno de los mejores libros del pasado 2013 y es otro de esos textos que marcan una época. Y agrego que lo hacen porque saben como describirla a la perfección, dejando expuestas todas las miserias cotidianas que – social e individualmente por igual- tratamos de esconder bajo la alfombra. Dando de lleno en todas esas teclas incómodas que procuramos nunca tocar para que no se altere el tenso y desigual equilibrio que sostiene nuestra vida cotidiana tal como la conocemos.

El libro está dividido en 22 capítulos, de los cuales 6 son entrevistas. Los demás están escritos y co-escritos por ambos autores. Las ilustraciones corren por la cuenta de Guillermo Raffo y debo decir que su trabajo ha sido excelente también en este rubro. El estilo es novedoso e ingenioso al mismo tiempo, una bocanada de aire fresco entre tantos libros idénticos dentro del género. Una cruza entre la investigación periodística, el comentario académico político/social y la sátira que posee un resultado muy interesante.

Raffo y Noriega postulan que el progresismo ha sido lo que destruyó la política argentina. Coincido con su hipótesis y con la conclusión que puede leerse en el título del libro, aunque puede costar un poco más si el lector nunca vio esa obra maestra de Ridley Scott llamada “Alien” (1979). La crítica hacia el progresismo es precisa y está muy bien fundamentada. Deciden tocar varios puntos que son esenciales para este híbrido entre teoría política y secta desenfrenada que ha tenido con el correr de los años (en especial desde la suba de Alfonsín al poder, aunque con su germen en los 60’/70′) gran ascendencia sobre el inconsciente colectivo de nuestro país. Estoy hablando de cuestiones que son de conocimiento general y que son una locura absoluta, pero que por alguna razón hemos decidido – y permitido- que sean algo considerado normal y habitual. Hago un veloz  racconto: la necesidad de ensalzar y adorar a un líder poderoso e infalible para que les de órdenes y marque el rumbo de sus vidas (y de las de todos los demás también, aún las de los que no están de acuerdo con él/ella); una estructura vertical y anti-democrática de poder; una visión muy corta de vista respecto de la democracia (suelen considerar que esta termina en el derecho a voto); los insufribles devaneos discursivos que intentan encubrir prácticas totalitarias que bordean – o, en muchos casos, tienen relaciones carnales- con el fascismo y el militarismo; toda la hipocresía que este discurso encierra y, en consecuencia, la violencia que de él proviene.

El primer ejemplo claro de lo que es el progresismo es la entrevista a Roberto Gargarella, a quien todos conocemos como un opositor al gobierno nacional y un progresista light. La realidad es que es uno de manual y que si bien no es partidario del kirchnerismo, siempre hay un “pero” en sus dichos que genera muchas dudas. Sus palabras, como las de tantos progres, se tocan con el relato kirchnerista hasta terminar abrazándose con este por ósmosis. En esta jugosa charla, Raffo torea sin cesar a Gagarella logrando que diga lo que realmente piensa. El tema de LO COMPLEJO (tan Horacio Gonzalez, Ricardo Forster y Edgardo Mocca, que insulta la inteligencia humana) es el centro de la conversación, pues para el entrevistado todo lo que es es – o busca ser con todas las ganas- totalitario siempre es complejo y difícil de analizar. El famoso “con el cristal con el que se mire” que le sienta como anillo al dedo al progresismo para justificar cuanta atrocidad se haya cometido. Cuba es un ejemplo recurrente en el libro y sirve en este caso para mostrar como el progresismo toma algunos elementos – reales sin duda alguna- positivos de la Revolución Cubana para elogiarla pero decide no mencionar datos clave como lo mal que está la economía hace varias décadas, la falta de libertad de expresión y opinión que reina en la isla (el famoso “los cubanos no necesitan libertad, porque Castro les devolvió la dignidad” dicho desde San Isidro) y las recurrentes violaciones a los demás derechos humanos básicos de parte del régimen castrista. La realidad es una sola y viene toda junta, no hay acción llevada a cabo por Fidel Castro y su gobierno que pueda ser siquiera contemplada sin tener en cuenta todas las demás. Pero para el progre lo que lo que afecta sus convicciones ideológicas y/o partidarias siempre es complicado y no puede ser denostado sin un análisis previo. Pero si eso mismo sucede del otro lado del mostrador, estas personas no dudan en rasgarse las vestiduras y denunciar el mal que existe allí. Entramos en el territorio del DOBLE RASERO.

En uno de los capítulos, se explica como los progresistas atacan sin cesar a los Nazis y siempre hablan en contra de las barbaridades que se cometieron en nombre de Hitler. Pero al mismo tiempo defienden a líderes y regímenes que tienen prácticas – salvando las distancias en algunos casos, aunque no en todos- idénticas a las de los nacional-socialistas de la Alemania de los años 30′. Una práctica lista nos permite identificar los rasgos básicos del nazismo (y de cualquier tipo de fascismo): culto a la tradición, defensa de lo irracional, culto a la acción en sí misma, quien disiente es un traidor, miedo al diferente, paranoia conspirativa, condena al pacifismo (“la vida es conflicto, no es paz”), elitismo popular, populismo selectivo (pues el líder interpreta la voluntad del pueblo, no la delega – NI EN PEDO!!!- en este), etc. Levante la mano primero quien haya encontrado alguna de estas características en la práctica y el discurso kirchnerista.

Para darle más énfasis a algunos conceptos importantes, la entrevista a Marcelo Birmajer es ideal. Coincide en la idea de que el progresista busca someterse al más fuerte y luego venderlo como un rebelde sin otra causa que el bienestar de los más pobres. Revolotea entre sus palabras lo que muchos kirchneristas repiten: que Néstor Kirchner fue un rebelde, alguien que rompió los moldes burgueses, algo que es todo menos la verdad. Esta inexplicable pulsión a ser sometido por una figura inapelable, fuerte e infalible que se ha visto hasta el hartazago a los largo y ancho de la historia de la humanidad.

Se analiza también el cambio discursivo en muchos periodistas que en los 90′ decían lo mismo que hoy dicen los opositores al gobierno nacional y que ellos atacan siempre que pueden. Tipos como Verbitsky, Giardinelli y Wainfeld que decidieron agacharse ante el poder que tanto denunciaron durante los infames 90′ (y que básicamente es el mismo hoy pero con un lavado de cara). El gancho a la mandíbula con el tema de los 70′ lo da Martín Caparrós al decir que el progresismo ha logrado desaparecer dos veces a los militantes y guerrilleros desaparecidos en aquellos años de fuego. La primera es la real, esa que fue a manos de la dictadura militar, y la segunda es obra y gracia del kirchnerismo. Los transformaron en objetos de tortura y muerte, dejaron de lado sus historias personales y las motivaciones que los llevaron a elegir un camino donde el final estaba siempre cercano. Y el salto que los autores hacen es aún más potente que esta afirmación de Caparrós: esta cuestión del “AMOR” (para la que desempolvan una carta de un estudiante del CNBA que es una joyita para el museo progre) con la que los K nos han repiqueteado en la cabeza por tantos años. Opino que hubo mucha valentía en los muchachos y muchachas que tomaron las armas para cambiar una realidad que no creían justa – en eso tenían razón, equivocados o no sus métodos- pero de ahí a decir que los movía la fuerza del “AMOR” (esa frase del Che, otro anti-amor de antología que hablaba del amor…) hay un trecho muy largo. No hay amor en quien elige matar a otra persona para cumplir con lo que mandan sus ideales. Ni mucho menos inocencia y desconocimiento de sus actos. Pero como se puede apreciar a lo largo de las páginas de “Progresismo, el octavo pasajero”, esta corriente ideológica también ve a la historia como algo parcial. Nunca una autocrítica de parte de los ex-Montoneros que formaron parte de la nefasta Conducción Nacional ni de los que apoyaron sus políticas completamente desconectadas de lo que sucedía en el país. Mientras ellos publicaban documentos surrealistas desde su seguro y cómodo exilio en el exterior (Paris, Cuba, Roma, México…Usted elija, póngase cómodo) los militantes de base creían tamaña locura y entraban al país en dos sendas contraofensivas que terminaron en una masacre anunciada. El destino de “la orga” siempre fue la militarización, pues no hay otro fin para quien decide cambiar las cosas a los tiros. Y todos acordaron con esta línea de la CN más allá de los que lavaron un poco la imagen (Gelman, Bonasso, Verbitsky). En este tema particular la destrucción del mito de las “diferencias insalvables” entre Rodolfo Walsh y Firmenich, Perdía & company es otro de los grandes aportes de Raffo y Noriega.

El efecto social de este discurso ha sido sin dudas profundo. Quien diga que hay que estar loco para pensar en abandonar la vida de manera voluntaria antes de haber vivido un cuarto de ella, es tachado de partidario de la “Teoría de los dos demonios” – y no solo por los fanáticos de Cristina Kirchner-. El perdón nunca fue ni será una opción para los Montoneros, aunque a veces alguno como Ricardo Leis – lean su libro “Un Testamento de los Años 70”- sorprende y quiebra el orden de las cosas. Los autores señalan esta anomalía en el sistema y la ven como una luz de esperanza, que no tarda en apagarse cuando uno entiende que es la propia sociedad la que ha permitido que todo haya avanzado hasta el lugar en el que se encuentra hoy día.

La pasión por el cine está impregnada en cada línea del libro y en todos los casos sirve para ejemplificar y explicar varias cosas. Hay una reflexión muy interesante acerca de “La Historia Oficial” e “Infancia Clandestina”, dos filmes similares en ideología y que están unidos por una sola escena que en cada uno de ellos es absolutamente lo contrario a la línea bajada por el director. La lección de cine que se imparte a progres como Sandra Russo y Jose Pablo Feinmann es para aplaudirla de pie. Ellos dos siempre atacan – sin saber mucho de cine en general- al cine de los EEUU, al que culpan de todos los males de la sociedad moderna. Si hay un tiroteo en la función estreno de “Batman: The Dark Knight Rises”, es por el mensaje violento e individualista que envía el filme y la historieta en la que se basa. Algo parecido a lo que dice el Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, que la responsabilidad de la violencia vivida en el país es de el comic Spider Man (sí, no es un chiste). En unas líneas, si Russo leyese el libro podría enterarse como el Western no es ese reinado de la desigualdad y la individualidad, que en el cine de Estados Unidos el héroe siempre es colectivo y que todo en la vida está más allá que la falsa dicotomia entre buenos y malos. Y hasta aquí llega el doble discurso, pues Russo o Feinmann critican al cine extranjero sin ningún fundamento más que sus prejuicios culpándolo de la muerte y la violencia, pero luego celebran a gobiernos que reprimen la disidencia y que tienen como política revolucionaria el encarcelamiento y tortura de personas homosexuales por no poseer los valores morales que se pretenden imponer al conjunto de la sociedad. Y no se pongan mal, ya que no falta el comentario acerca de ese mamotreto llamado “Néstor Kirchner, la película” dirigido por Paula De Luque que de cine sabe lo que yo de energía atómica.

La traición a los más pobres es otro punto clave. Muy inteligentemente, Noriega toma fragmentos de una muy buena nota de Sandra Russo publicada en Página 12 en el año 2002. Allí hace una desgarradora descripción de los desposeídos en base a sus carencias. Pero el progresista ahora no habla más de los pobres, hace diez años que calla. Para ellos la AUH ha convertido a la pobreza en algo marginal que no merece ser discutido. Y esto se ha convertido en el gran – y triste- símbolo del progresismo kirchnerista. El solo mencionar al pobre, al de abajo, es una herejía. Algo muy molesto que no debe ser atendido pues atenta contra la integridad del mito de los K. Es sabido que la pobreza es ocultada de una manera cobarde desde el año 2007 gracias a la intervención del INDEC por orden del matrimonio Kirchner. Noriega saca a relucir su conocimiento en el área de estadísticas y arroja datos muy reveladores utilizando el Censo de 2010 como referencia. Moreno hace un tiempo dijo que el pobre hoy podía comer y juntar unos mangos para ir al cine. Que eso era la felicidad para el que menos tiene. Bueno, ahí está el límite de la afamada redistribución del gobierno. Las carencias y sus respectivos carenciados siguen presentes y a cada momento que pasa su número aumenta de una manera alarmante. La revolución para el progresismo que nos gobierna – y que nos milita- es el transporte inhumano pero barato, la electricidad barata para la clase media y el Fútbol Para Todos. Y todo esto apoyado en los hombros y espaldas destruidas de los pobres. Las cloacas, la luz, el gas, el techo, las calles y otras cuestiones secundarias y complejas es mejor dejarlas para otro día.

Otro concepto que me interesó mucho es el de “Pueblo Potiomkin”. Así se denomina a las situaciones en las que la apariencia tapa por completo a la realidad, a los hechos. El discurso que tapa todas las miserias, el mito que esconde todo. La elección del ejemplo de los intelectuales occidentales que apoyaban a la URSS y cuando viajaban allí decidían omitir las atrocidades y avalar al poder que mentía a través de las fotos (a cambio recibían agasajos y podían chupar de la teta estatal) no puede ser mejor, pues es algo que les cabe a varios periodistas e intelectuales que revisten las filas del kirchnerismo. Para ser parte de una secta fanática, se requiere una ceguera descarada y cruel. Y esta no es la excepción a la regla.

Raffo habla mucho más largo y tendido acerca de la “Bullshit” y le agrega el término “Mindfucker” para explicar el porque de nuestra tolerancia a un poder tan hijo de puta. La manipulación de las emociones ha sido otro factor esencial para el aparato de poder, tan importante que logró que la mayoría de nosotros (la entrevista a Tomás Abraham profundiza un poco esto) – aún los que nos quejamos mucho- estemos más que acostumbrados a este abuso. Así, y siempre y cuando el dinero corra y nada afecte el patrimonio personal, la permanencia en el poder de estos políticos está más que asegurada.

“Progresismo, el octavo pasajero” cierra con un llamado a la supervivencia. El alien logró implantarse en nuestro organismo y salir de él tras haber incubado durante un tiempo. Ha crecido y se ha convertido en un monstruo muy grande – y que pisa fuerte, como diría León Gieco quien hoy canta sobre los muertos en nombre de los Derechos Humanos- que nos persigue intentando matarnos. Nosotros estamos solos en la nave y no hay ninguna posibilidad de escape más que una fría y dolorosa muerte allá afuera, en el espacio. Ante un escenario tan escalofriante no hay más opciones que luchar aún a sabiendas de que lo peor está a cada segundo más cerca. Solo queda sobrevivir.