Daniel Scioli se subió el pasado domingo al escenario dentro bunker electoral del Frente Para La Victoria y lo primero que dijo que fue había logrado sacarle casi 12 puntos de ventaja a Mauricio Macri y varios tantos más a Sergio Massa. Cualquier desprevenido diría que esto es cierto, pues es de estos tres candidatos de los que se viene hablando hace más de seis meses. Lamentablemente para Scioli – y esto él lo tiene demasiado en claro- esos números que enunció no tienen ningún correlato con la realidad. Tanto Massa como Macri compitieron en internas partidarias, algo que el actual Gobernador de la Provincia de Buenos Aires no hizo merced del plumazo con el que fue borrado Florencio Randazzo hace varias semanas.
Esta vez, las encuestas no anduvieron tan torcidas como para la elección y segunda vuelta en la Ciudad de Buenos Aires. Esto no significa que hayan acertado algún pleno, pero las cifras no fueron ni tan descabelladas ni tan militantes vaya uno a saber porqué. Los dos resultados que importaban eran la disputa presidencial y la de la Provincia de Buenos Aires. La primera estaba bastante clara, solo restaba ver si los pronósticos se cumplían y si había lugar para alguna improbable sorpresa; pero la segunda era una incógnita en todos los niveles. La pelea entre los dos candidatos oficialistas, Aníbal Fernández y Julián Domínguez, había superado con creces la típica impostación para simular un conflicto y se había trasladado hacia arenas movedizas tras la denuncia contra el Jefe de Gabinete que se llevó adelante en el programa de Jorge Lanata. Todos los kirchneristas apuntaron hacia el conductor y Héctor Magnetto, pero la realidad nunca suele ser amiga de los blancos y negros sino más bien de los grises: al poco tiempo de ensayar una tibia “defensa” respecto de su competidor, Domínguez apareció casi por causalidad – sí, no lo escribí mal- en Showmatch para bailar unos pasos de chacarera. La orden de Cristina Kirchner fue clara: bajarle el tono a la pelea y encolumnarse atrás de Fernández, pues la olla que el condenado como autor intelectual y material del Triple Crimen de 2008, Martín Lanatta, había destapado no involucraba solamente al hombre del bigote largo y la lengua filosa. Hasta allí, pocos imaginaban que una interna en teoría definida de antemano pudiese llegar a ser lo reñida que terminaría siendo. Quien les escribe piensa que esta lectura era completamente errónea y que demostraba una clara falta de entendimiento respecto de como funcionan tanto el Partido Justicialista como la P.B.A, algo sobre lo que volveremos en un instante.
En el segmento presidencial de la jornada, Daniel Scioli y Carlos Zannini obtuvieron el 38,4% de los votos. Pocos se animaron a estimar esta cifra, pero los sondeos indicaban una oscilación entre 35 y 38 puntos que finalmente se terminó haciendo realidad. El Cambiemos obtuvo la segunda plaza con la sumatoria del 30,1% entre sus tres postulantes, siendo Mauricio Macri el claro vencedor con el 24,3% contra tan solo el 3,5% de Sanz y el 2,3% de Carrió. Por más que los dos perdedores hayan buscado esconderlo, sus candidaturas eran meramente testimoniales, una forma de impulsar a quien tiene verdaderamente los votos en el armado opositor no peronista. Un poco más abajo, con el 20,6% llegó el UNA de Sergio Massa y De La Sota, siendo el ganador el tigrense por un margen bastante generoso. El cuadro lo completaron Stolbizer con un pobre 3,5%, el Frente de Izquierda con un sólido 3,3% – y una victoria de Nicolás Del Caño sobre el histórico Altamira, cambiando la guardia de la izquierda trabajadora- y el siempre presente Rodríguez Saá con su 2,1% que le alcanzó para superar el corte. Los demás quedaron inhabilitados para participar en la elección general de Octubre, algo que como los demás resultados, también era previsible.
En la Provincia de Buenos Aires, el escenario es radicalmente opuesto al que acabamos de describir, pues la interna del Frente Para La Victoria le hizo un flaco favor al gobierno nacional y ayudó a impulsar a la sorpresa de la jornada: María Eugenia Vidal. La candidata del PRO fue con lista única y obtuvo un envidiable piso de 29,4% en su primera incursión en tierras bonaerenses. Evidentemente, el partido de los globos metió los pies en el barro de una vez por todas y logró penetrar en un territorio hostil, que está dominado por punteros y redes de un PJ enquistado allí hace décadas. Más allá de la lógica alegría en el Cambiemos, lo cierto es que entre Domínguez-Espinoza y Fernández-Sabbatella sacaron más del 40% de los votos. Teniendo los primeros el apoyo de La Matanza entera y la bendición tanto del Papa Francisco y de Daniel Scioli, era de esperarse que la pelea fuese más bien reñida. Recién sobre el final, Aníbal pudo despegarse y lograr la diferencia del 2% por sobre su rival que lo terminó definiendo como el candidato del FPV para Octubre. Las acusaciones cruzadas hasta el final, la foto con cara de pocos amigos que se sacaron hoy los 4 contendientes y lo ajustadas que fueron las cifras no hicieron más que ahondar el clima espeso que se vivió en los respectivos centros de campaña. El podio lo terminó de armar Felipe Solá, con un razonable 19,6% pero que pensando en todos los votos que tuvo el Frente Renovador en la PBA hace tan solo dos años suena a bastante poco. Más allá de esto, el UNA logró sostenerse en un escenario reservado solamente para el Cambiemos y el FPV, pasando a ser la prenda de oro en el largo período de negociaciones bajo el radar que acaba de comenzar.
Todos salieron a hacer su juego apenas los números oficiales marcaron una tendencia irreversible. Macri buscó mostrarse como un líder de masas comprensivo y abarcativo, combinando el tono New Age de siempre con sus nuevas alabanzas al Estado presente y una convocatoria a todos los sectores que no lo votaron. El uso del teleprompter es un detalle, algo que suele pasar en todo el mundo, pero que no deja de ser interesante ya que el Ingeniero hizo todo por esconderlo pero involuntariamente Lucas Llach lo exhibió al sacarle una foto de espaldas y subirla a Twitter con la frase “El próximo presidente”. Vidal hizo lo propio y dijo que este era el momento para seguir adelante, sabiendo que de construir bien en este tiempo muy tranquilamente podría consolidar al PRO como la segunda fuerza en la PBA, algo impensado hasta hace pocos meses. Del otro lado del mostrador, Scioli y Zannini buscaron mostrarse triunfantes y conformes con un resultado que no los dejó de tan buen humor. Esperaban superar con facilidad el 40% algo que no se logró, por lo que se encargaron de esquivar la realidad de la forma más simple: personalizando los porcentajes, cuando tanto Massa como Macri sí utilizaron las PASO tal cual lo exige la ley. Fernández y Sabbatella fueron recibidos por Cristina y De Pedro en Olivos luego de verse las caras por un buen rato con sus dos derrotados. No hubieron declaraciones importantes de ninguno de ellos, tan solo mensajes mediante las típicas fotos sonriendo y haciendo como si estuviesen hablando de cosas importantes. Massa buscó posicionarse como el comodín, usando el discurso de la figurita difícil que no iría con ninguno de los dos de arriba en caso de que estos lleguen a un eventual Ballotage. El problema es que con tan solo el 12% de los votos en su poder, el oriundo de Tigre no tiene demasiado leverage como para negociar en una posición dominante con cualquiera de los pesos pesados que tiene enfrente. Solá descartó la posibilidad de unir fuerzas con el Cambiemos, dejando en claro que al Frente Renovador/UNA le molestó bastante el no poder arreglar para ir a una interna general por lo que convencerlos para que arrimen algunos votos va a ser tarea difícil.
Todo está definido y lo que resta es esperar a ver como los diferentes espacios políticos juegan sus fichas. A nivel nacional, por lo pronto, el centro estará puesto en la posibilidad de un acuerdo en el UNA y el Cambiemos que logre desplazar del poder al Frente Para La Victoria. Haciendo las matemáticas, parece lógico que esto vaya a suceder, pero a sabiendas de que nuestra clase política solo desea cuidar la quinta propia – y que mal no le ha ido en términos de dinero y poder en estos 12 años- es imposible asegurar que la opción racional sea la que finalmente salga electa. Massa y Macri son dos fuerzas que no tienen ni piel ni freno, no hay chances de que uno cumpla un rol secundario, por lo que la perspectiva de un arreglo es aún peor con las fórmulas ya definidas. Ya dijeron que pueden ponerse de acuerdo en cuestiones “programáticas” de cara a lo que se viene, pero que no van a armar un rejunte político que tenga como único objetivo vencer al kirchnerismo. Por lo que puede verse, el discurso oficial acerca del 2001 ha triunfado y ningún opositor quiere verdaderamente ganar las elecciones. A pesar de todo, estos primeros intercambios fueron la manera informal de abrir una puerta a negociaciones en el corto plazo pero difícilmente de esas conversaciones salga algo positivo. Ahora vayamos a la contracara de esto, ya que todo lo que fue enumerado tiene su grado de lógica pero no necesariamente una alianza de apuro entre el Cambiemos y el UNA asegure una victoria ante el FPV. No son pocos los que sostienen que los votos de De La Sota no necesariamente vayan a quedarse en su espacio político, insinuando que pueden ir tranquilamente a Scioli. Esto no debe ser descartado pues el cordobés nunca dejó de ser un peronista cercano al gobierno más allá de los enfrentamientos retóricos desde 2012 al día de la fecha. El otro actor que cobra relevancia es Rodríguez Saá, que con su habitual Realismo Mágico en San Luis siempre logra cargar un porcentaje mínimo que sirve de mucho en la recta final. Muchos vaticinan una renuncia del puntano, siendo esto mucho más probable que todo lo demás mencionado en este párrafo. El espaldarazo que recibiría Scioli sería enorme en ese sentido, ya que le permitiría superar con comodidad el umbral del 40% y dirigirse hacia el peligroso 45% que lo dejaría sin escala previa en la Casa Rosada. Como si esto no fuese poco, tenemos a la volátil clase media “independiente”, una que posiblemente se vuelque en partes iguales al Cambiemos y al FPV haciendo del escenario uno mucho más complejo todavía. En la principal alianza opositora, el cálculo es que ajustando algunas variables se llega a un Ballotage y que allí el pueblo (padrón) hará honor a la historia y se volcará en contra del partido de gobierno. Claro que esto tiene la misma comprobación científica que esa afirmación que reza: “Ningún Gobernador de la Provincia de Buenos Aires puede ser Presidente” o que la gran cantidad de talco que el Panadero Díaz le ponía al Coco Basile en el bolsillo de su camperón. No hay que pensar en absolutos ni dar nada por cierto, pues el FPV ha demostrado estar listo para una pelea más. Una cosa es cierta: ya no le quedan demasiados conejos en la galera, doce años en el ejercicio del poder son muy desgastantes, pero no debería sorprender que en unas semanas logren tomar la iniciativa nuevamente y quedar a las puertas de algo que de concretarse sería – esto es una opinión propia, debatible sin dudas- una catástrofe mayor a la actual para la Argentina. Los sectores de la oposición no han mostrado a lo largo de esta década y monedas ni personalidad ni voluntad para llevarse puesto – en el sentido del juego político, que no se malinterprete- a un gobierno nacional que en sus tres períodos consecutivos se ha manejado con creciente comodidad aún en los peores momentos como el tramo 2008-2010. No se avizora un futuro muy diferente en ese sentido, pero esta vez hay un agregado importante: una gran mayoría (fragmentada entre dos o tres candidatos, claro) quiere que el kirchnerismo cierre este capítulo de su historia ¿Que puede volver dentro de poco? Sin dudas que sí, con un pueblo tan cambiante como el nuestro todo es posible, aunque esto es algo que no tiene relevancia para analizar este momento particular. Es sabido que el kirchnerismo es un partido por sobre todas las cosas de clase media, un sector que ha sido su columna vertebral y al mismo tiempo su principal blanco retórico-político (más lo primero que lo segundo) en sus habituales estrategias de posicionamiento ante sus enemigos. El ejemplo más acabado de esto fue la votación en 2011 que vio como gran parte de sus hoy opositores se volcaron masivamente en favor de Cristina Kirchner para regalarle un triunfo histórico debido a factores que fueron desde lo emocional hasta lo económico.
Será en la Provincia de Buenos Aires – como es costumbre ya- donde se defina gran parte de la elección presidencial, por lo que todos los ojos estarán puestos en el territorio que concentra más del 40% del total del padrón nacional. El análisis simple dice que será casi imposible para el Cambiemos poder alterar una dinámica que viene intacta hace varias décadas, pero no hay que quedarse solamente en la superficie. Como ya mencionamos, la interna del FPV fue todo menos limpia y amistosa, y en el lado perdedor se encontraba el actual Intendente de La Matanza que – en una horrible casualidad para los ganadores- es el distrito con mayor cantidad de votantes. Nadie dice que de un día para el otro Fernando Espinoza vaya a ordenar que no se vote a Fernández-Sabbatella, pero no sería para nada sorpresiva una merma importante que deje al oficialismo por debajo del 40% que obtuvo en total. Así y todo, el peronismo es nuevamente el gran favorito a quedarse con la gobernación de la PBA por cuatro años más. Parece delirante que esto sea posible, más considerando la situación actual – en la que un temporal y una sudestada corrientes destruyen vidas con facilidad, desnudando la corrupción de todos los sectores de la política-, pero el trabajo territorial tiene sus raíces profundas y requiere de mucho más que una tormenta para poder ser derrotado. El conflicto interno del partido gobernante le ha jugado a favor a la Vice-Gobernadora de la CABA y le ha dado una base sobre la cual construir, una con la que también silenció a los que aseguraban que su frente político no tenía ni coraje ni fuerza para poder pisar fuerte en territorio desconocido. El batacazo es algo impensado, aún suponiendo que algunos votos de La Matanza misteriosamente no se dirijan hacia el binomio oficial, pero en unos pocos meses a conseguido asentar al color amarillo en la provincia. El que la Unión Cívica Radical esté jugando a fondo por su candidatura, sin doble discurso ni candidatos paralelos, le ha sido muy útil para recorrer con tranquilidad estos primeros metros. El UNA se convierte una vez más en una carta relevante, sin importar que Solá haya descartado un acuerdo con quien le sacó más de 10 puntos de ventaja en estos comicios. Por lo general, los votos en su mayoría no son fijos sino que varían una instancia a otra, por lo que no sería extraño que quienes busquen destronar al FPV se lancen a los brazos de la opción que más chance tiene para lograr ese objetivo. Todas posibilidades en un escenario demasiado volátil y que no muestra señales de que vaya a cambiar de aquí a Octubre.
Hace tiempo que en la Argentina no se votan ni proyectos ni ideales. Lo que hacemos cada dos y cuatro años es elegir entre varios candidatos que conforman una clase política podrida en su raíz; una que necesita renovarse por completo para poder comenzar a pensar en un cambio verdadero. Nuestro conformismo, apatía y falta de solidaridad – con sus elogiables excepciones, como en todo conjunto social- han permitido que esta élite crezca y se aleje progresivamente del pueblo, encerrándose en su palacio para tomar decisiones sin consultarnos siquiera y pretendiendo que seamos cómplices (algo que sucede muy seguido y sin mayores dificultades para ellos) de sus mil y una operaciones políticas contra sus contrincantes. En este contexto socioeconómico, con una mayoría llena de rechazo y cansancio hacia la administración kirchnerista, se trata solamente de unir los puntos para entender que es lo que sucederá. Ni una alianza entre el UNA y el Cambiemos es garantía de triunfo ni tampoco es algo – como he leído en redes sociales- de lo que se pueda prescindir sin pensarlo al menos dos o tres veces. Daniel Scioli y Aníbal Fernández saben que han llegado a su techo y que pueden sumar algún que otro punto más negociando bajo la mesa, algo que estaba dentro de las previsiones. Ganen o pierdan, con una sociedad tan corrupta en su núcleo, seguirán siendo parte de la segunda o primera fuerza del país y no perderían sus negociados. Los demás, en cambio, lo han arriesgado todo: después de tantos años de insinuaciones y discursos vacíos, tienen todo a favor para llegar a la Casa Rosada. Paradójicamente, una derrota significaría para varios – Mauricio Macri, Elisa Carrió, Ernesto Sánz, entre otros- en final de una carrera política en las llamadas grandes ligas. La floja elección del Cambiemos a nivel nacional es un llamado de atención, marca de que todavía no existe eso que todos los opinólogos denominan como “el pos-kirchnerismo”, algo que es emocional en muchos pero que no logra traducirse en votos. Igualmente, no son pocos los que cuentan al muerto como tal antes de que esté frío, una actitud recurrente que nos ha llevado a todo tipo de problemas evitables. Pero en nuestro país, somos expertos en eso de tropezar – todas las veces que sea necesario- con la misma piedra.