Reflexiones varias acerca de Jorge Bergoglio…

1 Aug

 

 

 

 

“Los derechos humanos se violan no solo por el terrorismo, la represión, los asesinatos… sino también por la existencia de condiciones de extrema pobreza y estructuras económicas injustas que originan las grandes desigualdades”, Jorge Bergoglio en Septiembre de 2009.

“Hay que indignarse contra la injusticia de que el pan y el trabajo no lleguen a todos […] Qué triste es cuando uno ve que podría alcanzar perfectamente para todos y resulta que no […] En la vida hay muchos que tiran cada uno para su lado, como si uno pudiera tener una bendición para él solo o para un grupo. Eso no es una bendición, sino una maldición. Y fíjense qué curioso, el que tira para su lado y no para el bien común suele ser una persona que maldice: que maldice a los otros y que maldice las cosas. Las dice mal, miente, inventa, dice la mitad”, Jorge Bergoglio en Agosto de 2012.

“La deuda social es una violación al derecho de desarrollar una vida plena, activa y digna en un contexto de libertad, igualdad de oportunidades y progreso social. Es la violación de un derecho…”, Jorge Bergoglio en Septiembre 2009.

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Siempre consideré a Jorge Bergoglio como una persona realmente involucrada en su labor pastoral y que nunca tuvo miedo a meterse en el barro. Siempre elogié su labor en los barrios más carenciados y en las villas miseria – dando misa, bautizando, lavando los pies-, así como su discurso en contra de la desigualdad, la corrupción y la pobreza. En especial porque allí enlazaba estas tres cuestiones y explicaba que allí donde haya corrupción hay pobreza y desigualdad, hay sufrimiento, hay personas que mueren de hambre. Con la corrupción lo que se hace es invisibilizar de manera cruel e intencional a gran parte de la sociedad en pos de que unos pocos – los políticos y sus amigos y socios- se llenen los bolsillos con dinero que no es suyo. Bergoglio ha sido siempre coherente en su discurso respecto a estos temas y a otros también. Más allá de que no esté de acuerdo con su postura en temas como la homosexualidad, el aborto, el uso de preservativos, la legalización de la marihuana y varios más de los que ya conocemos la opinión de la Iglesia Católica, es algo a remarcar el hecho de que el ex-Arzobispo de la Ciudad de Buenos Aires nunca haya claudicado en sus convicciones aún en los peores momentos. Por esto mismo, y sin ser católico aunque sí creyente, me puse contento cuando fue ungido como Papa. Debo decir que me sorprendió, aunque era sabido que en la elección anterior ya había estado muy cerca de alcanzar el puesto máximo dentro de la Iglesia. Que haya elegido el nombre Francisco fue un buen (y lógico porque es Jesuita) primer paso y junto al pedido de “recen por mí” comenzó a dibujar la imagen de un Papa más austero, terrenal y cercano a la gente común. Era de esperarse que a los pocos días, al menos para los que lo conocíamos aquí, tuviese al mundo bajo sus pies. El cambio en cuanto al estilo e imágen fue demasiado grande y esto provocó un gran entusiasmo entre los fieles además de un retorno inesperado del fervor católico en muchas personas que, decepcionadas con la Iglesia, lo habían abandonado o que lo mantenían escondido, vaya uno a saber por qué. Desde su primer discurso en la Plaza San Pedro Francisco buscó tener contacto directo con la gente y, como buen Jesuita, demostró ser un hombre que realmente conoce la calle y las penurias de los que menos tienen. De a poco, su discurso en favor de una Iglesia que trabaje con y para los pobres – pidiendo que salga a la calle y que no se encierre en el palacio- comenzó a ganar adeptos que no dudaron en entronizarlo a pesar de que hacía pocos días que ocupaba su cargo. Los medios llenaron sus páginas con notas de alabanza y anécdotas de su infancia – a lo que no podían faltar los testimonios de “los que viajaron o desayunaron o hablaron dos segundos con él”-. Hablaron de una revolución y de cambios profundos en la Iglesia cuando el Papa apenas había tenido tiempo para saludar a algunos mandatarios y charlar cordialmente con su predecesor Benedicto XVI. Este, lejano a la gente y muy parco, había renunciado sorpresivamente abrumado por la corrupción interna – económica y moral- de la Iglesia que estaba sumida en una crísis que la retrotraía a sus peores épocas. Ante el éxodo de fieles que se reportó en los últimos años debido a estos escándalos, uno puede entender porque se eligió a alguien con el genuino carisma y la habilidad política de Bergoglio – más allá de todos sus méritos, que sin dudas los tiene- para conducir el “renacer” de la Iglesia.

Desde que llegó al poder hace 10 años, el kirchnerismo había mantenido una relación tensa con el nuevo Papa. Sus discursos en contra de la corrupción y los personalismos siempre incomodaron a ambos mandatarios, que se sentían atacados políticamente. Desde 2004, tanto Néstor como Cristina Kirchner eligieron no asistir al Tedeum que se realiza año a año en la Catedral Metropolitana. Movieron cielo y tierra para quitarle protagonismo a Bergoglio presentándose en esa misma fecha en lugares donde los Obispos – algunos de ellos realmente nefastos- tenían un discurso benévolo para con el gobierno. A esto se le debe agregar la promoción de un continuo y falaz ataque contra su persona imputándole haber sido cómplice directo de la dictadura militar que gobernó a sangre y fuego nuestro país desde 1976 hasta 1983. Si bien Bergoglio estaba abiertamente en contra de la guerrilla y de los Curas Tercermundistas, no hay ninguna prueba que demuestre que entregó a ninguna persona a las autoridades por ser “marxista” o de izquierda. Debe quedar en claro que esto no exime a la Iglesia Católica de sus responsabilidades durante esos años ni de lazos directos con la dictadura, algo que si es comprobable y cuyas pruebas se encuentran disponibles en cualquier parte. Decir que una persona dentro de la Iglesia no fue cómplice no debe ser pie para inventar la falsa inocencia o ignorancia de una institución poderosa y colaboracionista con aquél gobierno. El periodista y ex-Montonero Horacio Verbitsky – nobleza obliga, cuyos libros acerca del rol de la Iglesia en la historia argentina desde 1955 en adelante son muy buenos- fue la punta de lanza de esta lucha de un gobierno contra Bergoglio, no solo desde sus columnas en Página 12, sino también con sendos libros llenos de supuestas evidencias que al final no eran más que conjeturas, opiniones personales y acusaciones sin sustento. Apoyándose en los testimonios de los ex- sacerdotes de la Compañía de Jesus Orlando Yorio y Francisco Jalics, el periodista dijo que el Cardenal Bergoglio tenía contactos con los militares y que había entregado a ambos porque sospechaba – y estaba en contra- de su ideología y su participación en la guerrilla marxista. Yorio falleció hace unos años y su hermana sigue creyendo que Bergoglio fue el responsable de los tormentos que pasó su hermano en la ESMA. Pero tras la asunción de Francisco como Papa, fue Jalics quien sorprendió al desmentir a Verbitsky y decir que si bien él había creído que el ex-Arzobispo le había retirado su apoyo y denunciado ante la Junta Militar, tras una minuciosa investigación durante los 90′ había llegado a la conclusión de que el Cardenal no había culpable de su secuestro. Agregó que había hecho las paces con él cuando se cruzaron y se abrazaron dejando atrás todo rencor. Más allá de esto, lo que si se puede decir habiendo analizando todas las pruebas y testimonios disponibles, es que Jorge Bergoglio no hizo durante ese nefasto período todo lo que podría haber hecho. Eligió mirar para otro lado en muchos casos y en otros ayudó valientemente a que varios colegas sean devueltos por el gobierno. Tal vez su firme (y para mí errónea) convicción de que las ideologías corrompen y desfiguran el mensaje de la Iglesia – recordar que ante la llegada de la dictadura su pedido era que no luchasen en contra de ella, aunque es claro que tampoco pedía que se la ayude – le impidieron actuar de otra manera. El pasado esta allí y nadie debe rehuir de lo que hizo (algo que, por ejemplo, han hecho los Kirchner siempre). Con claros y oscuros, Bergoglio decidió no escapar e hizo varios análisis de su actuación en esa época – hasta prestó su testimonio judicial por los dos casos mencionados- y dejo al descubierto sus dudas y sus miedos lógicos ante lo que se avecinaba; en fin, su condición humana. Ni héroe ni villano, tan solo un simple mortal que acorde a su pensamiento y su posición dentro de la Iglesia tomó una decisión – que para muchos, aunque no para mí, pudo haber sido errónea o no tan clara- en tiempos muy difíciles.

A este enfrentamiento, le podemos sumar el rótulo de “jefe de la oposición” atribuido a Bergoglio por todo el aparato de poder kirchnerista (medios, militantes y funcionarios) y el feroz enfrentamiento por la Ley de Matrimonio Igualitario donde personalmente creo que Bergoglio exageró al decir que el casamiento entre personas del mismo sexo era “obra del Demonio” y que pretendía “destruir el plan de Dios”. Aún así, su postura era de esperar pues son los lineamientos clásicos de la Iglesia Católica en lo referido a este tema y él en ese momento la representaba en el país. Por todo esto, fue una gran “sorpresa” – y otra prueba más de que el kirchnerismo no tiene convicciones y que se mueve solo por conveniencia- que todos los que antes habían intentado destruir a Bergoglio desde el gobierno saliesen a elogiarlo desmedidamente. Salvo algunas excepciones, como Gabriel Mariotto – que llegó a defenderlo de las acusaciones de Verbitsky mucho antes de que fuese Papa en 678, ante la atónita mirada de los “periodistas” del programa-, Guillermo Moreno y Julián Domínguez (fieles católicos y algunos de ellos amigos suyos) todo el kirchnerismo había sido siempre muy hostil con el hoy Papa y habían dado por ciertas todas las denuncias respecto a su rol durante la dictadura. Desde genocida para abajo, se le dijeron todos los insultos posibles. Pero cuando la línea oficial cambió, se terminó el disenso y todos los que sostuvieron una postura contraria fueron borrados de la escena. Vale remarcar que Horacio Verbitsky – al contrario de Cerruti, Cabandié, Abal Medina, D’Elía, etc. que tuvieron que dar un giro de 360° en su opinión respecto a Bergoglio- mantuvo su postura sin importar que los vientos hayan cambiado y eso, aunque discrepe con la mayoría de las cosas que escribe semanalmente, lo hace mejor que la mayoría dentro del gobierno incluida la Presidenta de la Nación. Cristina Fernández de Kirchner corrió a visitarlo y el equipo propagandístico de Pepe Albistur cubrió Buenos Aires con la foto de las manos de la Presidenta y el Papa, que de ser el peor enemigo había pasado a ser el mejor de los amigos y un gran aliado. Los puntos altos de este cinismo fueron la foto del Papa con Cristina y el candidato a Diputado del “Frente Para La Victoria” Martín Insaurralde en Río de Janeiro, que desde ayer empapela la ciudad, y la absurda y burda comparación que hizo la Presidenta entre Bergoglio y su difunto esposo y símbolo del kirchnerismo Néstor Kirchner – algo impensable hasta hace 6 meses-. La explicación impartida desde arriba de que “Bergoglio no es lo mismo que Francisco” es una excusa barata y que no resiste el menor análisis. El Papa tuvo mucha cintura y recibió con honores y simpatía a su otrora rival, demostrando que es un gran político. Más allá de que sean agua y aceite, la relación va a ser cordial, sin mayores sobresaltos y ambos intentaran exprimirla al máximo, en especial Cristina Kirchner, sin dejar que las rencillas personales salgan a la luz (al menos por el momento).

Francisco ha hecho todo bien desde lo discursivo – excepto no aceptar ningún tipo de ideología en la labor pastoral puesto que sin dudas él, como todos nosotros, la tiene- desde que asumió como Papa hace unos meses. Comunicacionalmente ha revivido a una Iglesia que estaba muerta y la dotó nuevamente, y tras varios siglos, de un mensaje inclusivo con centro en los pobres. Sin dudas que esto debe ser elogiado, así como sus declaraciones recientes respecto a la homosexualidad (algo que en él es un giro muy importante), pero no se debe cometer el error de entronizarlo y declararlo revolucionario cuando aún no ha comenzado a realizar su trabajo que será muy duro pues se enfrenta a personas y grupos con mucho poder que no están dispuestos a resignar nada. En estos 4 meses hemos asistido al renacimiento de un fervor religioso que hacía años que no se veía, siendo esto es obra y gracia de los famosos “gestos” de Francisco. El pico de este fervor se vió en la reciente Jornada Mundial de La Juventud llevada a cabo en Brasil donde millones de jóvenes y no tan jóvenes se desplazaron desde todas partes del mundo (aunque aclaremos que la mayoría presente era brasileña, algo normal) para estar cerca de un hombre que les genera un genuino entusiasmo y que los ha acercado de nuevo a la Iglesia. También vale aclarar que hay muchos oportunistas y fanáticos que solamente quieren ser parte de algo, tener una representación, y que no permiten que se critique la figura del Papa incurriendo en esos casos en ataques idénticos a los del kirchnerismo cuando se critica a Cristina. También hay muchos fanáticos repentinos de Francisco que van a contramano de su mensaje: son personas que tienen un gran miedo y asco a los más pobres, que los miran con odio y con un resentimiento inexplicable. A esas personas les pediría que escuchen mejor el mensaje del Papa y que intenten seguirlo de verdad y no solamente para llenar una apariencia. Dicho todo esto, creo que lo más sano es bajar un cambio y dejar que Bergoglio comience a trabajar de una vez por todas. Él mismo considera que su Papado recién empieza hoy, una vez terminadas las multitudinarias Jornadas. Es interesante aún así, y retomando lo anterior, ver como el fanatismo religioso es aún peor que el político, pues en él media la fe. Hay muchos gestos del Papa que son puramente demagógicos como los de cualquier otro político, lo cual no es algo malo sino lógico porque más allá de ser una autoridad religiosa Francisco es un político – y vaya que político-. Desde que apareció en escena en nuestro país, ha demostrado ser un animal de la política y opino que los dirigentes de nuestro país deberían aprender de él. Todo esto significa que hay muchos gestos que siempre tuvo que no necesariamente son honestos y vienen del corazón (y aclaro que nadie le pide que sea así, tan solo que realice su labor algo que ha hecho sin dudas) sino que buscan tener un impacto específico en un grupo de personas. Y esto no debe ser fuente de indignación de los Legionarios de Cristo – una pequeña ironía, no se me enojen- ya que el mismo Papa ha reconocido su militancia en la agrupación “Guardia de Hierro” surgida durante la proscripción del partido y defensora del peronismo más dogmático.

Francisco es un Papa distinto, un Jesuita que siempre estuvo cerca de la gente común y de los más necesitados, pero que forma parte de una estructura amoral y corrupta. Sus discursos son muy buenos y sus tiradas de oreja públicas a Obispos son el camino a seguir. Es innegable que hacia tiempo que un Sumo Pontífice no despertaba tanto estusiásmo y que no hacía temblar tanto las estructuras burocráticas y jerárquicas de la Iglesia Católica. Todo esto debe ser respaldado con acciones, algo que confío que el Papa hará desde aquí en adelante. Antes que el fanatismo religioso debe primar la cautela, y no por ello se deben perder la esperanza y la fe. Tal vez en esto se encuentre la clave para poder entender lo que ha hecho Francisco en tan poco tiempo y todo lo que le queda por hacer. 

 

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