Tag Archives: Políticos

“The Purge” y la ruptura del sentido común…

26 Jun

“Incoming reports show this year’s Purge has been the most succesful to date, with the most murders committed”, anunciador de noticias en el filme “The Purge”.

Image

Hoy en casa conversábamos en la mesa acerca de las elecciones primarias que se vienen en Agosto. El debate viene girando en torno a quienes son los que se van a presentar por cada lado, y que beneficios le va a reportar eso a su partido o frente. La discusión, hace décadas ya, siempre se queda en el nivel superficial y lejano, allá donde creemos que las decisiones finales no nos afectan de manera directa. Hablamos de la política como si fuese un programa de televisión y convertimos a los políticos en estrellas a las que si tienen una buena imagen – y aunque ni siquiera sepamos que piensan o cual es su plataforma al menos- les daremos nuestro voto. Dicho esto, pienso que más allá del juego de intereses de los políticos, de los empresarios, de los medios y demás actores sociales, creo que hay algunas cosas que son muy importantes y que nunca nos hemos dado la posibilidad de discutir como sociedad. No porque se nos haya negado el espacio y las oportunidades para hacerlo sino porque nos encontramos en una posición de total conformidad frente al sistema vigente. Es decir, que no queremos iniciar un debate que desde hace más de 50 años es urgente y necesario. 

Viendo lo que sucede aquí en la Argentina hace un año y lo que esta comenzando a suceder en Brasil, lo único que me queda claro es que los políticos no están dispuestos a perder su statu quo. Si bien las reacciones de las presidentas Dilma Rouseff y Cristina Kirchner ante las masivas protestas en su contra (que dicho sea de paso son por motivos más similares de lo que se piensa) fueron diametralmente opuestas – siendo la mandataria brasileña la que demostró una mayor cintura política y capacidad de acción ante la crítica- lo primero que se defendió fue el sistema de partidos políticos y del sufragio mal llamado “popular” (apenas 1/3 de las poblaciones). Todo es negociable y las protestas son “la voz de la democracia” siempre y cuando el sistema que coloca a los políticos en la punta de la pirámide permanezca inmutable. Basta recordar los silbidos dirigidos hacia el Vice-Presidente Amado Boudou en Salta este año para entender como funciona la corporación política. Todos los Gobernadores, Diputados y Senadores sin importar su signo partidario salieron a decir que no había que faltar el respeto de esa manera. La sombra del “que se vayan todos” los persigue desde el año 2001. Y esto es a lo que debemos atender, porque el conflicto gira alrededor de ese eje. Las protestas apuntan al corazón de lo que consideramos hace décadas como “normal”. No alcanza con decir que se va a reformar a los partidos y se va a castigar a los corruptos, porque esas palabras ya las hemos oído demasiadas veces. El crédito se comienza a terminar y presiento que en las altas esferas del poder se han dado cuenta y una vez más decidieron sacar las garras. Tras haber sido testigos y cómplices de la resurrección del mismo sistema (con la misma gente) que nos llevó a la crisis del 2001, esto no debería sorprendernos.

Esta semana tuve el lujo de ver “The Purge”, un filme dirigido por James DeMonaco quien escribió el guión de la razonable remake de “Assault On Precinct 13” que también tenía a Ethan Hawke como protagonista principal. La trama de la película es más que interesante y si bien posee un desarrollo similar a “The Strangers”, establece varios puntos de diferencia con esta que la hacen novedosa. En un futuro no tan lejano, los Estados Unidos han sido refundados por los “Nuevos Padres Fundadores” que dirigen a la nación más poderosa del mundo desde el altar y el anonimato total. Tras años de corrupción y muerte, a estas personas se les ocurrió atestar las cárceles de criminales hasta superpoblarlas y organizar una purga anual que serviría para que los habitantes del suelo estadounidense expulsen de sí mismos todo lo que pudiese ser nocivo para el progreso del país. Una noche donde por 12 horas, no hay ni policías ni médicos. La ley desaparece para convertir al país en una zona de guerra, donde estarán protegidos los que puedan costear unos extremadamente caros equipos militares de seguridad que les permitan encerrarse en su casa y no ser atacados. Así se ha llegado a tener un índice de un 1% de criminalidad y la apariencia de una sociedad feliz. Un punto importante es que la purga no es solo interna – de uno mismo- sino también externa. Sobrevuela la idea de mejorar la especie eliminando a todo lo que no sea puro. El mensaje eugenésico del darwinismo social – pero sobre todo de la aplicación de este que realizó el Nazismo- claramente está presente y es el arma con la que el país ha encontrado la aparente perfección. Ethan Hawke y Lena Headey (Ma Ma en la remake de “Dredd”) personifican a James y Mary Sandin, una pareja con mucho dinero que vive en un barrio residencial exclusivo en lo que parece ser California. Su riqueza se debe a los costosos equipos de seguridad que James vende a todo el barrio. La purga anual es la razón por la que disfrutan de su prosperidad. Es lógico entonces que, al igual que casi toda la sociedad, estén completamente a favor del evento y que lo consideren algo normal y necesario. O al menos eso es lo que les han hecho creer durante tantos años. Sus dos hijos son más escépticos respecto a lo que todos los demás ven como una actividad corriente y patriota, en la que es necesario participar para poder proteger a la nación ya sea desde la acción o desde la inacción. El menor de la familia, Charlie Sandin (Max Burkholder) es quien  cuestiona con mayor vehemencia la naturaleza de la purga y no logra entender como todos pueden estar conformes con el hecho de que por una noche sea legal asesinar, robar, violar y todos los delitos posibles. Y esto es la clave: el que para todo un país, este acto atroz sea algo rutinario y positivo.  

La noche finalmente llega, tras un día exitoso para James Sandin cuyo departamento logró un record a nivel nacional en ventas de equipos de seguridad. Todo parece transcurrir con normalidad y vemos como el impactante dispositivo de seguridad militar se despliega blindando la casa por completo. Las cámaras permiten ver que sucede en el exterior y la televisión transmite a nivel nacional este “tour de force patriótico”. Cada familia que se refugia y que no interviene para ayudar a la gente que está siendo perseguida, masacrada, violada sin razón alguna más que su color de piel o el divertimento de otros seres humanos, es cómplice del terror. Los Sandin son aún peores que eso. No solo miran para otro lado sino que, como ya explique, han construido su bienestar en base a la purga.

Es el hijo menor quien va a introducir un cambio en la situación. Desde su postura racional y humana, ve como una persona afroamericana pide ayuda a los gritos y se encuentra con un silencio que hiela la sangre. Esta herido y denuncia que un grupo de personas lo viene persiguiendo para purgarlo. El jóven decide abrir el escudo y dejarlo ingresar a la casa, dándole momentáneo resguardo. Su familia entra en pánico y es aquí donde todas las hipocresías de una sociedad en apariencia perfecta e inclusiva quedan al desnudo. La realidad es que los Sandin no son mejores que las personas que salen a matar gente una vez por año, sino que son exactamente iguales o hasta peores, porque se refugian tras una fachada en lugar de mostrar su verdadero ser. Y ni que hablar de su barrio, que es una bomba de tiempo cargada de resentimiento y odio contra el bienestar de los Sandin que lo creen construido a costa del sudor ajeno. Pero dentro de este esquema psicótico hay una persona que ante las enseñanzas que recibe en la escuela y en su casa acerca de ese día histórico, decide cuestionar esa “verdad absoluta” y le da asilo a una persona que – según lo que dictan las reglas- debía morir esa noche. De aquí en más, la película y los personajes dan un giro de 360°, desembocando en un final realmente frenético e inesperado. Nos queda un sabor agridulce, pero la sensación de que no hay nada que no sea cuestionable ni que pueda cambiarse si es que existe la voluntad de hacerlo. 

Nos podrán decir desde el púlpito como son las cosas, como deben funcionar y quien debe ser quien dirija los destinos de cada uno de nosotros. Hasta nos pueden hacer creer que matar a otras personas esta bien porque nos limpia el alma y deja al país libre de impurezas y odio. Nos pueden decir que no hay nada mejor que los partidos políticos y advertirnos acerca de todos los males que caerán sobre nosotros si nos atrevemos siquiera a cuestionarlos. No ya si tomamos acción directa contra ellos: ahí estaríamos poniéndole fin a nuestro país y a todo lo que conocemos. Pero “The Purge” nos prueba que se puede vencer ese cerco, ese miedo que nos imponen desde arriba. Alcanza con hacer como Charlie Sandin quien además de cuestionar la realidad desde lo discursivo – y en un movimiento audaz- decide abrir la puerta, rompiendo así con todo lo preestablecido. Con ese sentido común que nos es impuesto como verdad.

Basura: Un testimonio de dignidad y resistencia…

3 Apr

“Lo principal es no perder la dignidad. Mantener la dignidad; y es que la dignidad no tiene nada que ver con esto. Yo no me quiero engañar, no me quiero mentir que venir acá y revolver la basura, compitiendo con los perros y las moscas es digno. Claro, también puede ser indigno ser gerente de un banco. Es que la dignidad es otra cosa: es seguir siendo un ser humano, sin importar lo que te pase. Si vos sos digno, esto no te mancha. Nada te puede manchar. Si no, te convertís en una cosa. En una cucaracha. En una rata.” Fragmento de “Basura” de Damián Gandlaz.

Image

Hoy voy a correrme del cine para hablar de un libro que acabo de terminar de leer. No pude evitar ponerme a escribir después de haber leído una de esas obras que creo que son imprescindibles para entender que nos pasa como sociedad. Que nos sirve para poder trazar una línea temporal y ver el comienzo de lo que estamos viviendo hace ya 10 años en la Argentina. El libro se llama “Basura” y está escrito por Damián Gandlaz quien tuvo la amabilidad de hacérmelo llegar personalmente y de estar interesado en mi opinión, por lo cual estoy muy honrado y agradecido. Debo admitir que no fue fácil la lectura, no por una cuestión de complejidad lingüística trucha a lo Horacio González, sino porque a medida que uno pasa las páginas, el pecho se va cerrando. El aire comienza a faltar, y uno siente que lo que está leyendo duele y mucho. Dan ganas de llorar y de gritar, porque no se logra entender como dejamos que todo pase de esta manera y como no hacemos nada por combatir todos los problemas que, aunque a veces no parezca, están allí a simple vista.  

Gandlaz traza un relato con el formato de “Crash: Historias Cruzadas” (y de tantas otras películas no tan buenas como “21 Gramos” o “Babel”) donde diferentes actores sociales se enfrentan a una situación por separado y, a medida que la trama se desarrolla, sus caminos comienzan a tocarse hasta terminar cruzándose inexorablemente. El autor nos advierte esto ya en la contratapa y hay que decir que el recurso esta explotado maravillosamente. Hasta le recomendaría a Alejandro González Iñárritu, director de “Babel”, que rehaga ese plomazo con un guión que tenga el ritmo y la concreción de “Basura”.

El escenario es Buenos Aires en el año 2004. Los medios y los políticos nos cuentan que ya salimos de la crisis y que está todo realmente bien. Y nosotros debemos acatar esos dichos y hacer como si nada hubiese pasado, algo que lamentablemente sucede aunque con relativo éxito. Vemos discursos donde los mismos políticos que nos llevaron a la crisis nos explican, en un ejercicio ya cotidiano de hipocresía, como ellos (y solo ellos) nos salvaron “del infierno” y que por ello merecen la gratitud popular y el poder eternos. Pero lo que realmente hay es miedo y desolación tanto en el centro como en las periferias. La idea de un presente ya no existe, y menos la de un futuro – aunque sea lejano-. La desesperación hace mella en todos los protagonistas y cada uno de ellos va a tomar decisiones extremas. Quedan expuestos todos los prejuicios de ambos extremos de la cadena social, desde el miedo al otro solo porque es pobre hasta un delincuente que sale a robar justificándose en la idea de que “si el otro tiene todo eso ¿por que yo no puedo tenerlo?”.  Las historias cruzan todo el espectro social y son un fresco de lo que, a pesar de las mentiras de los políticos y los medios, seguía sucediendo aún en 2004 ( una situación que se extiende hasta el presente, más allá del relato gubernamental). Claro que el autor nos da varias puntas, como los secuestros express, el surgimiento del Paco, el uso denigrante de los planes sociales para llevar gente a los actos, la angustia de perderlo todo, el joven de la villa que busca salir adelante honestamente a pesar de su familia y de saber que no tiene futuro, la banda de delincuentes y sus odios y resentimientos – pero por sobre todo su dolor, sus almas desgarradas-, la idea del amor como redención y el escape – de la forma que fuere- como solución ante tanta mierda, ante tanta basura. Sobrevuela una idea religiosa de salvación, de tener la posibilidad de redimir los pecados, algo que no todos los personajes van a lograr.

No me voy a detener a analizar cada una de las historias, eso es deber de ustedes. Damián Gandlaz no escribió solamente un libro. Con “Basura”, un título que sirve como metáfora del lugar en el que vivimos desde hace un largo rato ya, nos deja un testimonio de resistencia. Un ejemplo de que se puede ser digno aún sin tener nada, que la dignidad no es algo material. Abre una brecha en el discurso político actual, y nos muestra un camino a seguir. Intenta que abramos los ojos y que de una vez por todas dejemos de mirar para otro lado y que nos preguntemos ¿Que podemos hacer ahora mismo para cambiar esto? No mañana o pasado, sino hoy. Porque la realidad es asfixiante y dolorosa. Porque la injusticia y la violencia están a la orden del día y afectan a todo el mundo. No distinguen por clase social: en 2004, los más pudientes estaban bien, como ahora, siempre amparados por el gobierno de turno. Pero de otro lado, había una línea que iba desde la clase media hasta la indigencia donde el sufrimiento era (y es) intolerable. La peor parte, claro está, se la llevan siempre los más necesitados, los que son ignorados por el sistema y por la clase política-empresarial que lo dirige. Ese sistema es desnudado ante nuestros ojos, y además vemos como el destino a veces tiene formas macabras aún ante las mejores intenciones.

De una manera muy directa, “Basura” nos esta diciendo que lo mismo que sucedía en 2004 está sucediendo ahora. Pero con el agravante de que es mucho peor hoy, que estamos ante el perfeccionamiento de esa maquinaria. La critica al discurso político, que sirve para maquillar un sistema injusto y que debería dolernos, es artera. Como también lo es aquella a las personas más privilegiadas económicamente que nunca se quejan de la pobreza y la corrupción y que solo tienen reclamos para la soberbia y los modales del gobierno de turno (es decir, para lo meramente superficial). Para ellos, tampoco existen los pobres. Son invisibles, y esto también debe dolernos, porque significa que fracasamos como sociedad. Porque además de ser una radiografía social profunda y sincera, el libro de Gandlaz es la prueba del fracaso. Es el testimonio de una sociedad que – en su mayoría- siempre elige el camino de la salvación individual, de la pequeña comodidad, que siempre piensa que el de al lado solo quiere quitarle todo porque lo envidia y que nunca elige pelear por algo que no sea el propio bolsillo. La hipocresía queda al descubierto, y como lector uno se da cuenta de que ya no hay forma de seguir escondiéndose debajo de tanta basura.     

Leer “Basura”, de Damián Gandlaz es un ejercicio muy importante y necesario. Toda persona que quiera salir de la conformidad y cambiar verdaderamente las cosas, debe encontrar un ejemplar y leerlo. Expone el relato político de estos últimos diez años y nos enseña como la clase política no conoce límites para su cinismo y su sed de poder. Y más importante aún, nos marca nuestros errores y horrores tanto individual como colectivamente y nos abre un camino para poder salir de una situación que es realmente complicada y asfixiante. Un camino como el que deben tomar cada uno de los protagonistas de la historia, que es incierto, complejo y doloroso y que no asegura el éxito. Pero es un camino que nos enseña a ser dignos, y es por eso que digo: ¡Carajo que vale la pena intentarlo!