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Grecia, Syriza y como romper (de una buena vez) con el sentido común

31 Jan

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En las recientes elecciones que se celebraron en la golpeada Grecia, los pronósticos fueron acertados. El frente político Syriza, de orientación marcadamente izquierdista, triunfó con claridad y se ganó el derecho de gobernar al país helénico. El 36,3% de los votos fue más que suficiente como para ponerle coto a la ola centro-derechista que azota a Europa desde el comienzo de esta nueva – y tan repetida ya- crisis económica y social, aunque forzó al partido de Alexis Tsipras a formar una alianza un tanto incómoda con Griegos Independientes – en el otro lado del arco ideológico, digamos que es la derecha extrema- para poder llegar a los 151 Diputados y así formar gobierno velozmente. Grecia demostró que en medio de la disconformidad y enojo contra el sistema se puede elegir a una opción que no irradie por todos sus poros odio al distinto, amor por los millonarios y un nacionalismo que circunda el fascismo explícito (si es que no lo constituye). Los números de esta joven y vigorosa agrupación no dejan de sorprender, más considerando que su irrupción se dio hace tan solo 4 años en las elecciones legislativas de 2009. Es mucho lo que ha construido Syriza de la mano de Tsipras y su muy buen equipo de trabajo, pero la misión más complicada es la que tienen frente suyo en este mismo momento. Y es necesario remarcar que si bien las esperanzas y las buenas intenciones son muchas, también lo son las complicaciones y las posibilidades de que el fracaso sea estrepitoso. Tratemos de desandar el camino recorrido por Syriza y de entender por qué, a pesar de las barreras que irán surgiendo, el cambio esta vez es posible.

Con lo primero que se encontró Tsipras – y esto aun antes de formar gobierno- fue con una gélida “bienvenida” de parte de la Unión Europea. Los líderes de las principales potencias del continente en lugar de felicitarlo (Hollande fue el único que rompió el paradigma enmendando su error de 2009 e invitándolo a París) se encargaron de marcarle la cancha y advertirle que deberá cumplir con todos los compromisos que el gobierno previo había “acordado” bajo condiciones más bien forzosas e injustas. El discurso anti-austeridad del nuevo Primer Ministro de Grecia no tiene acogida en los centros de poder de Europa, algo que es lógico pues en base a los recortes impuestos a países en crisis terminal sus arcas siempre terminan muy llenas. La más dura fue, como era de esperarse, Angela Merkel que demostró solo querer que Grecia se mantenga en la UE y que siga ejecutando al pie de la letra las políticas que le sirven a Alemania. Todos sabemos que la austeridad lleva siempre al desastre, y esto no es un delirio progre ya que la historia está allí para recordárnoslo constantemente. Los planes de endeudamiento con obligaciones irrisorias por parte de la Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo no han hecho más que incendiar a Grecia. Al día de hoy, la crisis se ha profundizado allí más que en cualquier otra nación del Viejo Continente. Para ponerlo en números, estamos hablando de una deuda externa de 321.700 millones de Euros, que equivalen a más del 170% del actual PBI de Grecia.

Gran parte del triunfo de Tsipras se debe a que con el tiempo fue moderando su discurso, algo muy importante desde que con las elecciones presidenciales francesas que llevaron al poder a Miterrand se ingresó en la era la los candidatos de televisión. En lugar de insistir sobre algunas cuestiones superficiales que podían quitarle votos (como el retrato del Che en su escritorio, por ejemplo) supo convertirse en un candidato parecido a lo que el ciudadano y los medios de comunicación quieren ver. El truco es que si bien cedió en lo que refiere a la imagen, nunca dio un paso atrás en el área de los principios y la ideología. Es por ello que hablar de un giro a la izquierda real en Grecia no es para nada descabellado, pues Tsipras nunca fue ambiguo o poco claro con respecto a sus pensamientos e ideas de gestión. La seducción a una importante porción del padrón electoral fue total y eso lo ha llevado a una victoria histórica. Mucho le debe también al hartazgo de la población por sus penurias diarias y hacia los políticos más tradicionales que no han hecho más que seguir los lineamientos externos a espaldas de su propio pueblo. Cualquier similitud con otras crisis y ascensos repentinos e inesperados de partidos anti-sistema no es en absoluto una casualidad.

Los medios dominantes de aquí y allá ya han marcado su posición: no ir en contra del mandato popular – algo que los ayuda a mantener la fachada- pero dejar en claro que Tsipras no les gusta y que posiblemente termine siendo otro ejecutor más de los ajustes. El intento de dividir a Syriza es también moneda corriente y la verdad es que el método es muy burdo. Se utiliza lo más obvio: la ya mencionada alianza con Griegos Independientes, un partido con pocos votos y que está en las antípodas del actual gobierno. El sistema parlamentario es lo que hizo necesaria esta particular – pero correcta por donde se la mire- ligazón política. Los dos lados comparten el discurso contra la austeridad y nada más, pero si Tsipras tomaba la decisión de unirse con el aliado natural – el centro izquierdista To Potami- iba a quedar con las manos atadas antes de comenzar siquiera a pensar en la reconstrucción de Grecia. Los aliados que este partido posee dentro del Parlamento y su fuerte lobby fuera de este, iban a dejar a Syriza como blanco móvil. La situación dista mucho de ser la que, por ejemplo, tuvieron que enfrentar David Cameron y Nick Clegg hace unos años en Gran Bretaña. Syriza tiene muchos votos y Griegos Independientes apenas si llega a las 13 bancas, por lo que no podrán imponer nada y deberán tratar de acoplarse lo mejor posible a un juego que no será el suyo.  Otra cosa que estuvo demasiado en la boca de quienes buscaban que triunfase cualquiera menos Tsipras es su supuesta intención de salir de la Unión Europea, algo que nunca pronunció al menos públicamente. El actual Primer Ministro solamente pidió igualdad de condiciones y una renegociación de la deuda, dos cuestiones centrales en su plataforma electoral que evidentemente ninguno de los popes del periodismo universal se encargó de siquiera hojear.

Tsipras, como ya dejamos en claro, venía ganando notoriedad y poder desde su sorpresiva elección como Diputado en 2009. La contracara absoluta de su movimiento es Amanecer Dorado, un partido directamente Nazi, que era para muchos el número puesto para estas elecciones. Sin dudas que estos muchachos han crecido mucho, pero jamás pudieron asentarse y terminaron acaparando la atención y el voto solamente de los más radicales en el peor de los sentidos. Este dato sirve para que comencemos a pensar en un futuro diferente para Europa, en el que no necesariamente todos los países vayan a inclinarse por las opciones extremas hacia la derecha sino que puedan fluctuar entre el centro y la izquierda. A propósito de esto, vale aclarar que Syriza no tiene nada que ver con el Podemos de España ni con el M5S del histriónico Beppe Grillo. Los primeros son una versión española del kirchnerismo que gobierna la Argentina, es decir del peor de los progresismos posibles. Del discurso pro derechos humanos que velozmente los usa como paraguas para cometer las peores censuras y atrocidades dentro de los marcos democráticos. Y el segundo es un movimiento simpático que se consumió en la ineptitud de su creador: Grillo nunca pensó que podría llegar a ser Primer Ministro y esto se notó cuando tuvo la posibilidad de formar una alianza que lo dejase a las puertas del poder. Un fracaso total que vino de la mano de una serie de propuestas imposibles de conseguir que olían más que nada a ideales de adolescente que a algo que pudiese sacar a Italia del pozo.

Otra cuestión que muchos se encargaron de remarcar con carteles de neón es que el voto no fue de confianza ciega, que la población tiene muchas dudas acerca del partido que acaba de elegir para gobernar y demás lugares comunes que solo sirven para implantar dudas tanto en Syriza como en la vapuleada población griega. Digamos entonces que ningún voto se puede entender como un cheque en blanco, error en el que la mayoría de los Presidentes que tenemos por estas latitudes suelen caer de manera constante. Todo el apoyo y las innumerables esperanzas depositadas en Syriza deberán ser devueltos por esta agrupación en el ejercicio de gobierno, algo que recién comienza por lo que es demasiado apresurado sacar conclusiones así de terminantes. Lo que es cierto, es que Tsipras tendrá que conseguir la manera más veloz y efectiva de cumplir con algunas de sus promesas básicas; entre ellas se cuenta: aumentar el salario mínimo a 650 Euros, subir el ingreso de los pensionados, acceso universal y gratuito a la salud pública, restablecimiento del suministro eléctrico a quienes lo perdieron hace años – y también proveerlo a quienes nunca lo tuvieron-, un impuesto progresivo al combustible, la entrega de cupones alimentarios (sí, el horror de la derecha anti-pobres si no pregúntenle a Obama lo que le dicen los del GOP por entregar masivamente Food Stamps a los sectores menos pudientes) y reducir al mínimo el coste del transporte público. Claro que para ello necesitará una poderosa inyección de dinero que por el momento no aparece en el horizonte, pero la forma en la que planean alcanzar estos objetivos podrá irse vislumbrando mejor cuando su administración haga sus primeros anuncios oficiales algo que se espera será en estos días. Las demás promesas, en especial las referidas a la renegociación de la deuda externa y el fin del ajuste económico, llevarán mucho más tiempo y también van a tener más posibilidades de éxito si vienen de la mano de jugosas inversiones que llenen las flacas arcas del Estado. Tsipras deberá ser paciente y no ceder ante las diversas presiones a las que ya está siendo sometido a apenas unos días de haber formado gobierno y jurado como Primer Ministro. La tentación de moderarse y someterse a la UE, una que derribó a su antecesor, siempre va a estar allí pero hasta aquí no hay señales de que algo semejante pueda suceder. Syriza sabe que los que pierden con la salida de Grecia del Euro son las grandes potencias que hoy agitan el dedo y gritan sin parar ante una situación que ven difícil de controlar. Esa es su carta principal y deberá – a diferencia de los que pasaron antes por la silla del poder- encontrar la manera de jugarla a la perfección para así conseguir todos sus anhelos.

Por el momento, las respuestas de los mercados no han sido demasiado alentadoras. El valor en conjunto de las entidades financieras de la Bolsa de Atenas se derrumbó en tan solo unas horas de 19.730 millones a unos 11.100 millones de Euros, algo que según varios opinólogos demuestra que la mayoría de ahorristas e inversores desconfían de este nuevo Che Guevara que llega para hacer de Grecia su Sierra Maestra. Otros, en su mayoría economistas prestigiosos, sostienen con un tono más académico y relajado que esa caída puede deberse a la cercanía de una nueva burbuja especulativa. De una manera u otra, el miedo está instalado dentro del establishment y los sectores más ricos del continente, por lo que estos grupos de poder van a hacer todo lo posible para generar pánico en la sociedad. Una muestra de cómo funciona el sistema que tanto aman quienes lo elogian sin parar, siempre favoreciendo a los que a fin de cuentas jamás dejaron de ganar aún en los tiempos más oscuros. Hay que reconocer que más allá de su tono duro y seco, la Unión Europea de entrada intentó mostrarse diferente y prometió que no iba a interferir demasiado. Pero tras estas primeras horas de cautela pública y mensajes solapados bastante claros, no pudo con su genio – ni con sus intereses financieros- y mandó a Juncker a decir que “Europa ni se plantea eliminar la deuda”. Con mucho cinismo y la misma agresividad, Benoit Coeuré, del BCE afirmó que “Grecia debe continuar ateniéndose a las reglas del juego”. Completó el cuadro el Vice-Presidente de Alemania (país que lidera de facto la troika que arruinó a Europa en estos últimos 7 años) diciendo que “Los europeos tienen el derecho de esperar que los cambios en la política griega no se hagan en su detrimento”. Dos problemas referidos a estos ataques sin cuartel a Tsipras y a Syriza: el grueso del pueblo europeo sigue en una situación precaria tras 7 años de ajustes e imposiciones que no trajeron mejoras sino más dolor y pobreza; y es notable que a ninguna de estas personas les interese ni en lo más mínimo la población de Grecia, que por lejos es la que más ha sufrido estas políticas destinadas al fracaso de la mayoría y a la ganancia de demasiados pocos (y que es la que eligió, sin fraude de por medio, a su nuevo Primer Ministro). El voto que le dio a Tsipras la chance de llegar al poder tuvo un mensaje muy claro que yo comparto: queremos creer que se puede ir a contramano del sentido común que se nos impone desde el día en que nacimos. Con mantener las convicciones firmes y aguantar los primeros golpes – siempre los más duros-, Tsipras ya de por sí tiene muchísimo terreno ganado. Como el pueblo griego, yo quiero creer. Y la pregunta que todos deberíamos hacernos, previo despojo de los prejuicios y de las lecturas tendenciosas es: ¿Por qué no hacerlo?